Sobreviviendo y capitalizando el estrés de fin de año

Por Lenka Kegevic

Diciembre. Ese mes tan amado y tan temido. Ya con calor (poco nos demoramos en dejar que quejarnos por el frío y empezar a quejarnos por el calor), los niños saliendo de clases, los más grandes con pruebas globales, exámenes, la inminencia de la llegada de la Navidad, Año Nuevo, y las merecidas y esperadas vacaciones.  Y claro, no son pocas cosas las que hay que organizar. Este peso lo sentimos con fuerza las mujeres, y más aquellas que trabajan porque el tiempo escasea. Estudios reciente confirman que las mujeres sufren más estrés que los hombres durante las fiestas de fin de año. Esto es entendible ya que aún llevamos el mayor peso de las tareas domésticas, lo que en esta época muchas veces incluye la compra de regalos, organización de cenas, compra de insumos para esta, y posiblemente preparación, y un largo etcétera…

Y bueno, poco podemos hacer por esto en el corto plazo, pero si podemos hacer cosas por el estrés que esta situación nos provoca. Algunos cambios de mentalidad podrían ayudarnos a que el estrés no boicotee nuestras celebraciones y podamos disfrutar nosotros, y de esta forma, nuestras familias. Porque hay que reconocer que nada peor que una anfitriona estresada (y una mamá, hermana, señora, compañera de pega, uf!).

Acá algunas sugerencias para lograrlo:

  • Examina tus “debería” y “debo”: escuchémonos, y escuchemos a otros, y vamos a identificar el uso de estas palabras cuando las personas sienten presión por algo: “debo ir a comprar los regalos luego”, “debería haber mandado tarjetas de navidad” “debería hacer galletas con los niños” “debo organizar la comida navideña”, debería, debo, debería, debo.

Estas exigencias vienen de nuestras expectativas: lo que nosotros esperamos de nosotros o del resto, o lo que creemos que el resto espera de nosotros. Entonces, cuando nos escuchemos diciéndolas, preguntémonos: ¿quién dice que debería? Luego intentemos cambiar el debería, por “podría” y pongamos nuestras expectativas a un nivel en que el estrés no nos consuma: “podría invitar a mi familia a una comida casual, y rica”, en lugar de “debería invitar a toda mi familia a una comida como la que vi anoche en la tele”. Cambia, ¿cierto?

  • Olvida el “perfecto”: el perfeccionismo es en sí mismo un factor de estrés, ya que nada es suficientemente bueno, o siempre podría ser mejor. Imagínense en esta época del año: la comida podría ser mas rica, o más elegante; podría invitar a más personas; quizás comprarle regalo a más personas de los que ya compré, o tener un árbol más adornado, o lo que sea, la lista puede ser interminable: ¡agotador!

Y bueno, los medios no ayudan a evitar esto: vemos menús de restaurant en las noticias que podríamos (¿o deberíamos?) replicar en casa, datos de dónde comprar regalos a mitad de precio (y que seguramente quedan al doble de distancia!), las redes sociales invadidas de árboles navideños maravillosos, mesas llenas de adornos y cosas que quizás nos gustaría copiar. Y es acá cuando hay que dejar ir este deseo de alcanzar un ideal y dejar que nuestra celebración sea lo suficientemente buena como para poder gozarla plenamente y que de paso, no se convierta en un dolor de cabeza (y de hombros, cuello, mandíbula, etc.). Solo así podemos conectarnos, unirnos, disfrutar, gozar, y celebrar y evitarnos unas cuantas peleas.

Tome nota: Esto puede implicar dejar de querer tener todo bajo control y aceptar la ayuda que se ofrece!

  • Amabilidad con otros: la ciencia ha comprobado que el ser amable con otros libera hormonas que nos hacen sentir bien y puede ser tan efectivas como antidepresivos. Es más, está comprobado que actitudes de altruismo nos hacen más felices ya que nos enfocamos menos en nosotros, disminuyendo el estrés, y reparando sus efectos dañinos en nuestro cuerpo.

Así que mira hacia a tu alrededor y busca quién podría beneficiarse de un acto de generosidad. Pueden ser actos altruistas, como una navidad solidaria, o actos simples como dejar pasar a alguien cuando abrimos la puerta del edificio, o sencillamente sonreír más y recibir de buena gana las sonrisas de los demás.

  • Autocuidado: cuando el estrés nos va consumiendo, comenzamos a dejar de lado aquellos hábitos que nos mantienen más centrados. Para algunos puede ser ir al gimnasio, juntarse con amigos, pasar tiempo relajado en familia, tiempo en la naturaleza.

Entonces, cuando sentimos que el estrés nos comienza a inundar, debemos hacernos cargo. Detenerse y centrarse en el presente, enfocándonos, y tratando de provocar y maximizar emociones positivas. Recomiendo la gratitud, una emoción positiva fácil de sentir, evocar y enseñar: cuenta tus bendiciones. Seguro encontrarás muchas cosas por las que estar agradecido. Otras alternativas son darnos una pausa para respirar, contar hasta 3, 10, 100…; leer; salir a pasear; contactarse con la naturaleza; darse tiempo para uno mismo. Esto nos ayuda a poner las cosas en perspectiva. Al final del día, ¿qué tan importante es tener una mesa perfecta? ¿No es más importante disfrutarla? ¿o sencillamente agradecer por tener una mesa para disfrutar y gente con quien disfrutarla?

  • Planificar propósitos para el año que viene: una tradición en otros países son las resoluciones de año nuevo. Se refiere a ponerse una meta/ propósito/ resolución para el año siguiente y buscar lograrla. Es una buena forma de enseñarle a los niños el valor de ponerse un propósito y persistir para alcanzarlos. Pueden establecerse propósitos a nivel familiar y/o a nivel personal. Es bonito ponerse metas a nivel familiar, que nos involucren a todos por igual y que nos motiven a todos a monitorearnos por conseguir el objetivo común. Entonces el propósito lo ponemos entre todos, lo que quiere decir que escuchamos a los niños y consideramos lo que ellos proponen como una alternativa válida. Esta es la mejor forma de lograr que se involucren, que hayan participado en su creación…

Ojo que no hablo de cosas complejas como aprender a hacer pirámides humanas familiares, pueden ser cosas simples como pasar una tarde en familia jugando a algo una vez por semana, o una comida compartida por todos semanalmente, o invitar a alguien especial una vez a la semana,  o cooperar con alguien de la familia que quiera lograr algo especial, etc… ustedes decidan algo que les acomode, que los identifique. Apelando a uno de los puntos anteriores, comenzar actividades de caridad o que enfaticen explícitamente el ser amables, o altruistas, en familia puede ser un lindo propósito!

Lo ideal es que cada familia encuentre una forma entretenida de establecerlos, y de que no se les olviden durante el año. Acá les dejo una idea que encontré por ahí: http://rejuega.com/blog/juego-aprendizaje/juegos-familia/planificando-propositos-en-familia-para-el-ano-que-viene/

La invitación a reducir el estrés está hecha. No sólo a final de año, sino que siempre. Y de paso aumentar nuestros niveles de felicidad tanto a nivel personal, como familiar. ¿Les parece un invitación alcanzable?

Lenka Kegevic

Psicóloga Educacional UC

Basado en Why Women Suffer More Holiday Stress (And How To Keep It From Highjacking The Festive Spirit) de Margie Warrel